El Museo de Interpretación del Gofio (MIGO) se inauguró el 2 de abril de 2016, en el antiguo molino de Las Tricias.
El Molino de Las Tricias recibe el nombre por el pago donde se encuentra ubicado. Este molino, que introdujo las innovaciones aportadas por Isidoro Ortega, estuvo dando servicio hasta 1953. Del inicio exacto de su actividad no hay constancia, solo sabemos que en 1908 ya estaba dado de alta en la contribución.
Buscando mejores condiciones eólicas, y por ende mejor rendimiento, en 1915 se trasladó de emplazamiento desde la vivienda familiar donde se encontraba, en la calle El Polvillo (Los Hondos) hasta la ubicación actual (Montaña del Molino o del Canario).
Sus primeros propietarios, Santiago Martín y Evaristo Pérez Rocha, acabaron vendiéndoselo al carpintero que lo construyó: Antonio Acosta Rodríguez. Desde entonces es su linaje el que estuvo al frente y continuó con la molienda, su hijo Cristóbal Acosta y su nieto Evelio Acosta García, tres generaciones, quienes desempeñaban tanto la función de molinero como la de carpintero reparando las piezas de madera dañadas. Padre e hijo hacían turnos mientras el molino estaba en funcionamiento porque “no paraba de moler” siempre que las condiciones meteorológicas lo permitieran. En este caso la jornada de trabajo se podía alargar mucho más allá de la puesta de sol.
A este molino acudía gente de todos los pagos de Garafía. Debido a la privilegiada situación de las instalaciones, los que vivían en su entorno podían ver sus aspas y saber si estaban o no en funcionamiento para llevar el grano. De todos modos, si el molinero terminaba de molturar el grano acumulado, y las condiciones de viento eran las adecuadas, avisaba a los vecinos tocando el bucio (bocina hecha con una caracola de mar grande) de la disponibilidad para seguir molturando. Según las condiciones del viento el molinero añadía más menos velas de madera, en muchas ocasiones a la luz de un farol.
En 1945 los propietarios compraron un motor para auxiliar al molino de viento y durante 8 años dispusieron de los dos medios para moler, hasta que paran definitivamente el sistema eólico. Es a partir de 1954 cuando empiezan a trabajar solo con la molina (molino de motor), que daba mejor resultados. Sin embargo, los vecinos coinciden en afirmar que “el gofio del molino es mejor que el de la molina”.
Los molinos eran importantes puntos de encuentro, convertidos en mentideros sobre todo en las épocas de ausencia de viento, cuando esperaban hasta el anochecer por “el terral de la cumbre” para poder moler y llevar de vuelta a los hogares el grano ya transformado en gofio. Cuando llegaban las fiestas se solía moler trigo sin tostar para hacer pan, el molinero tenía asignado un día determinado para triturar el cereal, dado que tenía que limpiar las piedras tanto antes como después de utilizarlas para este fin. El boca a boca entre los vecinos era el medio más eficaz para que estos conocieran cuando, de manera excepcional, se fabricaba harina en lugar de gofio.
Desde el año 2000 este molino es propiedad del Ayuntamiento de la Villa de Garafía, que se ha encargado de su restauración.
Horario.
- De Lunes a Viernes de 10:00 h. a 16:00 h.
- Sábados de 9:00h. a 17:00 h.
- Domingos de 10:00 h. a 16:00 h.
- Festivos de 10:30 h. a 14:30 h.
Precio.
- Precio Adultos: 2,50€
- Precio Residentes canarios: 1,75€
- Precio Grupos: 1,25€
- Menores de 12 años: Acceso gratuito
Datos de contacto.
- Dirección: Calle el Polvillo, 38788 Las Tricias, Santa Cruz de Tenerife
- Teléfono: +34 922 40 02 77 / +34 695 350 395
- Email: migo@garafia.org
Mapa.
Los Molinos en Garafía, paisaje e historia.
El componente arquitectónico primordial en la cultura del gofio en Garafía es el molino de viento, imagen evocadora de una sociedad rural tradicional que representa un símbolo patrimonial de incalculable valor y marca una identidad. Los modos tradicionales de alimentarse de los garafianos, y las costumbres asociadas, conforman el paisaje de este municipio norteño, en el que podemos encontrar innumerables huellas sobre cómo fue vivido este territorio.
Los benahoaritas, pobladores de La Palma en la época prehispánica, utilizaban pequeños molinos manuales de piedra basáltica para molturar la materia prima tostada de la que obtenían el gofio. Tras la llegada de los europeos se comienza con la construcción de molinos de agua y de viento, siendo estos últimos los que más se usaban en Garafía debido a las características geográficas de la comarca. Los molinos de mano no se abandonaron del todo, muchas unidades domésticas contaban con uno para molturaciones inmediatas o de poca finura o para salvar situaciones debidas a la inactividad temporal de aquellos por ausencia de viento o avería. En torno a los molinos de mano, y al son del ruido producido por el continuo girar de una piedra sobre otra, se interpretaban los “cantos de molienda”.
A finales del siglo XIX se instaura en La Palma (y en otras islas del archipiélago) la construcción de los molinos de viento siguiendo el método ideado por Isidoro Ortega (1843-1913), inventor autodidacta vecino de la Villa de Mazo, en donde construyó el primer molino siguiendo su sistema antes del año 1868.
Ortega simplificó mucho el diseño de los pesados molinos de obra – tipo torre – e introdujo una variante innovadora – tipo pivote – en la que se sustituye la construcción de una torre de mampostería para sostener el sistema, por una estructura construida principalmente de madera de tea (madera resinosa y muy resistente que se extrae de los pinos canarios añosos). Muchos de los componentes de este tipo de molino se construían íntegramente de madera, tanto es así que incluso las velas de lona de las aspas se sustituían por palas fabricadas artesanalmente en este material siguiendo una técnica específica. Los molinos del sistema Ortega constituyen una ingeniosa obra artesana en la que se maximiza el uso de materiales locales y se intenta disminuir el trabajo físico del molinero.
De los molinos que antaño caracterizaron el paisaje de Garafía solamente quedan en pie, construidos según el modelo Ortega, el molino de las Tricias en la Montaña del Canario, el molino del Calvario y el molino de Marcelino en Santo Domingo, y el molino de Llano Negro en el barrio homónimo.
Los molinos de viento llegan a su fin con la aparición de las molinas (molinos de motor), como el arribado a Las Tricias en el año 1954. Otros siguieron funcionando un par de décadas más.