Baltasar Martín

Momumento Baltasar Martín. Foto: Rafael Lorenzo
Momumento a Baltasar Martín (1520-1553). Ayuntamiento de la Villa de Garafía. Foto: Rafael Lorenzo

La tradición lo ha hecho nacer en el pago de Juan Adalid en los alrededores de 1.520. Nunca sabremos la fecha exacta ni el nombre de sus padres, ya que la única documentación capaz de dar luz a esta cuestión serían los libros de bautismo de la iglesia de San Antonio, y éstos, desgraciadamente se han perdido si es que alguna vez existieron.

En una de tantas cuevas naturales, dedicado al pastoreo, viviría Baltasar cuando el día 21 de julio de 1.553 sucede un hecho histórico que, si bien va a significar su muerte, lo va a convertir en inmortal: unos 700 piratas franceses al mando del fiero Pata de Palo, desembarcan por la actual plaza de San Fernando (La Explanada) en Santa Cruz de La Palma y atacan a sus sorprendidos habitantes, que huyen en desbandada hacia los montes vecinos.

Pronto la noticia debió de llegar hasta Garafía donde Baltasar Martín, a quien la tradición hace de gran estatura y de una fuerza fuera de lo normal, reúne a los vecinos  y toma la ruta de la cumbre hacía la ciudad capital.

Mientras tanto, los piratas, dueños de la localidad, habiendo incendiado el edificio del Cabildo y varias casas particulares, robado todo lo que de valor encontraron en iglesias, conventos y viviendas, se hallaban en plena juerga y bajo los efectos del vino cundo fueron sorprendidos por las huestes de Baltasar Martín que se habían incrementado significativamente con parte de los huidos de la ciudad.

“La bala pasa, pero el pelo embasa”, dicen que constituyó el núcleo central de la arenga que el garafiano dirigió a sus tropas, y así fue. Los arcabuces poco pudieron ante las lanzas pastoriles. Derrotados los franceses abandonaron parte del botín y, a la carrera alcanzaron sus barcas y desde ellas los navíos, alejándose de las costas benahoritas para no volver jamás.

La historia y la leyenda debieron continuar con el regreso de Baltasar Martín a sus tierras, gozando del reconocimiento de sus paisanos, pero no fue así. Ensangrentado, perdida la montera en la refriega, liberada ya la ciudad de piratas invasores, el gigante garafiano se dirigió al convento de San Francisco, en cuya iglesia pensaba dar gracias a la Virgen de los Dolores por el triunfo alcanzado. Un fraile, refugiado en el campanario, pensando que se trataba de un francés que en su derrota buscaba el amparo de lo sagrado, le acertó de pleno en la cabeza con un ladrillo y, al igual que los héroes clásicos, Baltasar Martín murió en pleno vigor después de inmortalizar su nombre y su memoria.

La tradición nos dice que su cuerpo descansa en la misma iglesia, junto a la puerta que no logró traspasar. Una lápida colocada en ese lugar recuerda el hecho a las generaciones presentes y se lo recordará a las futuras. (TEXTO EXTRAIDO DEL LIBRO DEL LUGAR DE TAGALGUEN DE TOMÁS ORRIBO RODRÍGUEZ Y NÉSTOR RODRÍGUEZ MARTÍN).

Su nombre se perpetúa en varios municipios de La Palma y en la Biblioteca de su pueblo. La Plaza de Santo Nombre lleva el nombre de “Plaza Baltasar Martín” en su nombre.