Una leyenda piadosa cuenta que a principios del Siglo XVI una embarcación que se dirigía desde Santa Cruz de La Palma a Tazacorte, bordeando el litoral norte de la isla, portaba, con destino a la última localidad, una imagen de la Virgen que en fechas anteriores había llegado a la capital de la isla procedente de la ciudad de Sevilla. Cuando el barco llegó a la altura del barranco que delimita el asentamiento de Santo Domingo del de El Palmar, el mar, amenazante y encrespado, impidió el paso de la nave, por lo que los marineros decidieron descargar la imagen no fueran a naufragar. Sorprendentemente, una vez la imagen de la Virgen en tierra, volvió la calma a las aguas y subiéndola nuevamente a bordo se dispusieron a continuar la navegación. Pero una vez más volvió el mar a mostrar su bravura. Por segunda vez bajaron la imagen a tierra y otra vez más respondió el mar con su bonanza. Viendo en esos momentos los marineros el destello de una luz en el barranco decidiendo dejar la imagen de la Virgen en una cueva al cuidado de una vecina del lugar y continuar con su navegación.
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