Virgen de La Luz

Nuestra Señora de La Luz

Comienzo del culto a Nuestra Señora de La Luz en la Villa de Garafía.

Iglesia de La Luz, Santo Domingo. Foto: Luisa Castro
Iglesia de La Luz, Santo Domingo. Foto: Luisa Castro

Una leyenda piadosa cuenta que a principios del Siglo XVI una embarcación que se dirigía desde Santa Cruz de La Palma a Tazacorte, bordeando el litoral norte de la isla, portaba, con destino a la última localidad, una imagen de la Virgen que en fechas anteriores había llegado a la capital de la isla procedente de la ciudad de Sevilla. Cuando el barco llegó a la altura del barranco que delimita el asentamiento de Santo Domingo del de El Palmar, el mar, amenazante y encrespado, impidió el paso de la nave, por lo que los marineros decidieron descargar la imagen no fueran a naufragar. Sorprendentemente, una vez la imagen de la Virgen en tierra, volvió la calma a las aguas y subiéndola nuevamente a bordo se dispusieron a continuar la navegación. Pero una vez más volvió el mar a mostrar su bravura. Por segunda vez bajaron la imagen a tierra y otra vez más respondió el mar con su bonanza. Viendo en esos momentos los marineros el destello de una luz en el barranco decidiendo dejar la imagen de la Virgen en una cueva al cuidado de una vecina del lugar y continuar con su navegación.
Durante la noche la mantenían iluminada con un hacho de tea cuyas llamas, en su colorido flamear, debieron confundir a los que la contemplaban que creyeron ver en el rostro y en las vestimentas de la Virgen cambios continuos de color. Trascendiendo pronto la noticia se convirtió el lugar en punto de peregrinación de los vecinos del municipio.
Desde entonces al barranco se le denominó de La Luz, y a la imagen se la conoció como la Virgen de La Luz, la cual, más tarde, construido el templo que hoy lleva su nombre, fue trasladada a él.

El templo parroquial
La Primitiva Iglesia de Nuestra Señora de La Luz era de una sola nave con la capilla mayor separada por un arco. En su interior existían tres altares: El Mayor, donde se veneraba a Nuestra Señora de La Luz, y dos colaterales, dedicados a San Pedro y San Sebastián.
El templo que vemos en la actualidad fue realizada entre 1651 y 1664. Su autor más destacado fue el arquitecto Antonio de Orbarán, que construyó los arcos y las techumbres de mayor mérito de la iglesia. También merecen ser citados los nombres de los canteros Juan y Francisco Sánchez Carmona y los carpinteros de lo blanco Baltasar de los Reyes y Agustín Álvarez.
La Parroquia de Nuestra Señora de La Luz de Garafía tiene la singularidad de presentar una planta de dos naves, ejemplo único en La Palma y uno de los pocos que se encuentran en el Archipiélago. Su cabecera muestra Capilla Mayor, dividida de la nave principal por arco triunfal, y dos colaterales, con arco abierto a la mayor. La del Evangelio, dedicada al Buen Jesús, es a su vez cabecera de la Segunda nave, la de la Epístola, que lleva la advocación de Nuestra Señora del Rosario, fue proyectada de igual manera, como capilla cabecera de una tercera nave que nunca se llegó a hacer. Es una de las mejores fábricas mudéjares existentes en Canarias. Este templo presenta tres retablos de estilo barroco.

La imagen de la Virgen de La Luz

Virgen de la Luz. Foto: Archivo  Ayto. de la Villa de Garafía
Virgen de la Luz. Foto: Luisa Castro

La hermosa imagen de la Virgen de La Luz es de las llamadas de candelero, es decir, solo tiene talladas la cabeza y las manos. Se trata de una imagen de autor desconocido, fechada a principios del Siglo XVIII, y de autor canario.
Presenta un rostro hermoso y sereno, con una bella sonrisa en sus labios. Porta en su mano derecha la imagen del Niño Jesús, el cual, según opinión general, no es el de la imagen. Muchas personas del lugar aseguran que la primitiva imagen del niño es el que tiene hoy la Virgen del Rosario. Este niño presenta rasgos muy parecidos a los de la imagen de la Luz. En la mano derecha porta una Candela, símbolo de Cristo, Luz que alumbra al mundo.
Esta imagen fue restaurada por el recordado artista palmero, Alberto José Fernández García, en su taller de la capital palmera. Don Felipe Henríquez Brito, recuerda que “La llevo a su taller. La tenía siempre a vista de todo aquel que la quisiera ver. Siempre tenía las puertas de su taller abiertas para todo el mundo”.

 

 

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