Anselmo Pérez Brito

Anselmo. Garafía, La Palma (1728-1772).

Anselmo Pérez de Brito (1728-1772) Foto: Rafael Lorenzo
Anselmo Pérez de Brito (1728-1772)  Foto: Rafael Lorenzo

Anselmo Pérez Díaz

Quien iba a dedicar su vida a una lucha ininterrumpida a favor de los derechos políticos para todos los ciudadanos sin distinción de clases, nació en Juan Adalid, en las mismas tierras en las que transcurrió la existencia de Baltasar Martín, el 21 de abril de 1.728.

Fallecida su madre cuando apenas contaba dos meses de edad, ante las dificultades familiares es acogido por don Tomás Reje, organista de la Iglesia de El Salvador, en Santa Cruz de la Palma, quien, observando la inteligencia fuera de lo común del pequeño garafiano, cuida de su instrucción haciéndole recibir clases en el Convento Dominico de la capital, complementadas con otras impartidas por maestros no religiosos.

Abandonada la época de niñez, trabaja como escribano frecuentando el mundo de la abogacía, que le llega a influir de modo tal que, aunque recién casado con María Teresa Aubert, decide trasladarse a Sevilla y dedicarse a estudiar leyes.

Pérez de Brito regresa a la isla y se gana enseguida un enorme prestigio de profesionalidad y de honradez. Enseguida comenzará su lucha contra los regidores perpetuos del Cabildo palmero.

Toda la isla se gobernaba desde el Cabildo de Santa Cruz de La Palma, que ocupaba el edificio que hoy es el Ayuntamiento; los municipios, tal y como ahora los concebimos, no existieron hasta la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1.812. Pero ¿quiénes  formaban el Cabildo? Sus componentes se denominaban regidores y todos sin excepción pertenecían a la nobleza palmera, radicada sobre todo en Santa Cruz de La Palma, que transmitían su cargo por herencia a sus descendientes, como si de una propiedad privada se tratara, de ahí que se les llamara regidores perpetuos. Eran los Poggio, Guisla, Pinto, Massieu…, unidos entre ellos por lazos familiares y constituían un núcleo cerrado anclado en el  pasado.

Todos los historiadores que han tratado el tema coinciden en calificar a la nobleza palmera de los siglos XVII y XVIII como la más reaccionaria de las islas, totalmente nefasta para el desarrollo insular  que intentaba llevar a cabo una naciente burguesía ligada a la actividad comercial y representada en gran medida por individuos procedentes del exterior y asentados en Santa Cruz de La Palma: Aubert, O’Daly, Stafort…

En estas circunstancias se promulga por el Rey Carlos III la Real Orden de 5 de mayo de 1.766, por la que se dispone que en todos los Cabildos, además de los regidores tradicionales, tuvieran cabida tres representantes del pueblo, elegidos libremente por votación indirecta, dos de los cuales serían diputados de abasto, y el tercero, personero. Así se hizo: la mayor parte de la población de Santa Cruz de La Palma y vecinos de los alrededores escogieron a 24 compromisarios, que, de entre ellos, eligieron a los tres representantes populares, Ningún miembro de la nobleza y del clero asistió a este acto, lógicamente estos estamento no se sentían incluidos en el “pueblo”.

Resultaron elegidos Santiago Aubert, nuestro Anselmo Pérez de Brito y Juan Jacinto de Silva. Sin embargo los regidores perpetuos se negaron a darle posesión amparándose en una hipotética incompatibilidad del señor de Silva. Comienza aquí un larguísimo litigio legal que había de durar siete años y que enfrenta a los regidores perpetuos que no estaban dispuesto a permitir que nadie se inmiscuyera en algo que consideraban de su absoluta propiedad, con la burguesía palmera a cuyo frente se encontraba Don Dionisio O’Daly, pero cuyo cerebro no era otro que Pérez de Brito.

A las sucesivas victorias legales de los representantes del pueblo se sucedían apelaciones y nuevas recusaciones por parte de los nobles, quienes viéndolo casi todo perdido decidieron apagar la luz que alumbraba el camino al pueblo; recurren a la autoridad militar acusando a Pérez de Brito del delito de sedición, Apresado, es internado en el castillo de Santa Catalina, donde sufriría un trato inhumano durante casi dos años mientras su casa era asaltada y sus documento robados.

Liberado sin cargos en su contra, continua la lucha legal contra los reguidores, que pierden todos sus derechos, según sentencia de diciembre de 1.771, y a los que se les obliga a resarcir económicamente a O’Daly y a Pérez de Brito. Poco puede disfrutar el garafiano de esta victoria final: el duro trato recibido en la prisión lo lleva a la muerte cuando apenas había cumplido los 44 años de edad. Cuatro meses después, el 1 de enero 1.773, todos los componentes del Cabildo Palmero son elegidos por el pueblo siendo la primera vez que esto ocurre en toda España. La lucha que acaudillaron O’Daly y Pérez de Brito había dado sus frutos. (TEXTO EXTRAIDO DEL LIBRO DEL LUGAR DE TAGALGUEN DE TOMÁS ORRIBO RODRÍGUEZ Y NÉSTOR RODRÍGUEZ MARTÍN).

Como el Cid, ganó su última batalla legal después de muerto. En honor de este luchador por la libertad y la democracia en La Palma, la ciudad capital de la Isla dio su nombre a la calle principal, y el pueblo donde nació le dedicó otra calle. El garafiano Anselmo Pérez de Brito fue el ciudadano más significativo de la historia de La Palma en el siglo XVIII.

Datos: www.garafia.es